LAS SIETE SEDES HISTÓRICAS DEL CÍRCULO ITALIANO
LAS SIETE SEDES HISTÓRICAS DEL CÍRCULO ITALIANO
Por Oscar Andrés De Masi
Como las colinas de la antigua Roma, fueron siete las sedes históricas que ocupó, desde su fundación, el Círculo Italiano. No fue capricho el tener que mudarse tantas veces: el desarrollo institucional sumado a los contextos de época (donde no faltaron las crisis financieras) determinaron estos cambios de domicilio. Pero la constante fue, siempre, el deseo de obtener una instalación que fuera cada vez más magnífica. El tesón que caracterizaba a la colectividad italiana, especialmente en sus altos niveles de representación social, hicieron posible el anhelo.
Las primeras cinco fueron sedes alquiladas. Las últimas dos fueron edificios propios.
Con motivo del centenario del Círculo, se le encomendó una tarea de investigación histórica al señor Enrique Olmedo Jaquenod (autor de una historia del Banco de Italia y del Río de la Plata, publicada en 1972), quien, espigando en los libros de actas de la institución, reunió las piezas de ese rompecabezas cronológico que fueron las diferentes sedes. Su trabajo fue publicado en una edición conmemorativa, en el año 1974. Recorriendo sus paginas se recrea la memoria de aquellos edificios y su voluntad de identificar a una colectividad tan influyente en nuestro medio local, con el decoro propio de la civilización italiana.
La primera sede, de la cual existen escasos datos, se ubicaba en la calle Suipacha esquina Cuyo (hoy Sarmiento). Duró poco. La segunda sede, no muy lejos de la anterior, se emplazaba en la calle Piedad (hoy Bartolomé Mitre) al 200, y correspondió a los tiempos de la fusión con el “Círcolo Vittorio Emannuele”, de efímera existencia. A esta institución fusionaba se la llamó “Círculo de los Italianos”. Al vencer el contrato de alquiler se plantearon algunas dificultades (aumento del precio pretendido por el propietario y, a la vez, su negativa a que se realizaran modificaciones al edificio que ya iba resultando insuficiente para el número de socios).
En julio de 1884 se decidió el alquiler de una casa en la calle San Martín nº 110, por ocho años, a cuyo vencimiento, se renovó el contrato.
Pero mientras transcurrían los plazos de aquella locación, el Círculo analizaba otras alternativas. En 1893 se decidió negociar el alquiler de una casa en construcción en la calle Victoria nº 658. Esta operación tenía la ventaja de poder realizar adaptaciones a las necesidades institucionales. Se firmó pues un contrato por ocho años, hasta 1901. Ya comenzaba a dotarse a los salones del club de una suntuosidad esmerada, y se decía que, de todos los círculos de italianos establecidos en diversos países, el de Buenos Aires era el más elegante. No tengo dudas de ello.
Pero llegó el mes de marzo de 1901 y, con el vencimiento del contrato, vinieron nuevas exigencias del propietario. Ello motivó la búsqueda de otro inmueble, que recayó en una propiedad de los prósperos hermanos Devoto, situada en Florida nº 8. Ambos hermanos eran socios del Circulo Italiano y esta circunstancia favoreció unas condiciones de arrendamiento muy amigables para la institución. Como el segundo piso se hallaba en construcción, también en este caso la marcha de las obras a cargo del ingeniero Bruno Avenati, se orientó según las necesidades del club.
Esta sede tenía características palaciegas, expresadas en un exquisito lenguaje italianizaste, disponiendo de salones amplios y lujosos (salón de baile, sala de armas, sala de lectura, biblioteca, sala de billar, restaurante, salas de reuniones etcétera).
Pero, a pesar de su adecuación, no iba a ser la sede definitiva. Al fallecer los hermanos Devoto, la viuda de Bartolomeo, que pasó a ser la propietaria, continuó con el alquiler, siempre en condiciones ventajosas para el club. Incluso antes, pese a las sucesivas devaluaciones, los propietarios habían mantenido el valor locativo y habían realizado mejoras a su costa. Tal era el compromiso de estos caballeros con la institución que representaba al más alto segmento de su colectividad.
Pero la maduración de la entidad reclamaba una sede propia. Las propuestas a ese respecto databan de 1900, pero como ya se había cerrado el contrato de alquiler, no se tocó otra vez el tema.
Por lo visto, el Circulo no deseaba abandonar la calle Florida, sin duda por el alto valor simbólico de aquella arteria elegante, donde estaba ubicado el Jockey Club. En 1909 se evaluó una propuesta respecto a un inmueble en Florida nº 718, y luego, en setiembre, se prefirió la compra de un terreno en la misma calle, pero en los números 374/80, parcialmente edificado por el arquitecto Schindler. Aprobada la compra en el mes de octubre de ese mismo año, se formó una comisión de socios que eran ingenieros o arquitectos (Juan Buschiazzo, Bruno Avenati, Virgilio Cestari y Tito Luciani) para el seguimiento de las obras subsiguientes, encomendadas, luego de un concurso, al arquitecto Luis Broggi, también italiano.
En diciembre de 1910 se decidió adquirir una propiedad lindera por los fondos, que da frente a la calle Corrientes nº 634 a 638. Se trataba, ahora, de un proyecto de gran escala y salida a dos arterias principales.
La construcción no estuvo exenta de demoras, dificultades e interrupciones forzosas. Por ejemplo, durante los festejos del Centenario de Mayo fue absolutamente imposible la circulación de carros con materiales por la calle Florida.
En julio de 1916 llegaron en el buque “Atlántico” los bloques de granito italiano para cubrir la fachada, En 1918 la Municipalidad intimó la terminación de la obra, para lo cual fue necesario apelar a un crédito del Banco Hipotecario y a préstamos personales de varios socios. Desde entonces las obras fueron dirigidas por el arquitecto Gino Aloisi.
En 1922 se efectuó una licitación pública para alquilar los locales sobre la calle Florida, que tenían una fuerte demanda comercial.
La sede fue inaugurada el 29 de agosto de 1922, con una cena de gala y un baile que contó con la presencia del heredero de la Corona de Italia, el príncipe Humberto de Savoia, del presidente Marcelo T. de Alvear y miembros de su gabinete, lo mismo que representantes del cuerpo diplomático, de las fuerzas militares, de la Iglesia y de la sociedad principal, argentina e ítalo-argentina.
El edificio era magnifico. Desde su terraza se divisaba, al norte, la costa de San Fernando, y al sur, la costa de Quilmes.
Los cinco ascensores eran una novedad tecnológica: tres de ellos podían transportar hasta el restaurante del segundo piso unas 90 personas por minuto.
Se destacaban los zócalos de mármol de la fachada sobre Florida, de un metro y medio de altura, y la gran escalera central, también de mármol.
La crisis del 30 golpeó fuertemente las finanzas del club. También habían cambiado las costumbres, y los ocios ya no se canalizaban en las instalaciones del centro de la ciudad, sino que las familias acomodadas preferían los suburbios, como San Isidro o Adrogué, entre otros.
Para afrontar estas dificultades económicas se fueron alquilando varios salones del edificio, pero aún con ese recurso las rentas no eran suficientes y la espléndida sede debió ser puesta a la venta, con gran pesar. Se dijo que era el único modo de salvar a la institución de un quebranto seguro. La decisión de la venta fue adoptada en 1942 y se concretó en 1943.
Era necesario adquirir una nueva sede, porque no podía volverse al tiempo de los alquileres y las perpetuas negociaciones con los propietarios para adaptar los inmuebles. La elección recayó, en 1944, en el palacete del Barrio Norte que pertenecía a la señora Adela Unzué de Leloir, ubicado en la calle Libertad nº 1264/70, obra del arquitecto Alejandro Cristophersen. Es la sede actual.
Pero, de este magnífico edificio academicista y ecléctico, hablaremos en otra ocasión.
Oscar Andrés De Masi, es Abogado e Historiador. Cuenta en su haber con varias publicaciones sobre religiones orientales y es especialista en la historia de las obras arquitectónicas en distintas instituciones de nuestro país.